Abrí las puertas del balcón con rabia.
Me dejé caer contra la pared, después al suelo, sintiendo como el frío se colaba en mi poco a poco.
Agarré el bolígrafo y comencé a escribir en mi roída libreta negra, ignorando el temblor de mis manos, los golpes de mi corazón con rabia en mi pecho.
De vez en cuando miraba al cielo, cuando las palabras no me salían. Y notaba la mirada etérea de la luna llena en mi cuello.
Intentando desahogarme, tranquilizarme o simplemente sentir algo...Comencé a escribir.
Buenas noches:
Si decido escribirte quizás sea porque no consigo hablar.
Porque no puedo articular palabra cada vez que tu imagen acude a mi cabeza y ahora que me quedo prendida en el resplandor de la luna es cuando no puedo evitar este abrasador anhelo.
Siento como mis manos comienzan a temblar con su acostumbrada desesperación, como los ojos se me nublan.
Los recuerdos comienzan a atacarme, como si de un momento a otro se comieran mi corazón, me arrancasen el alma, y tú...tú no estás para salvarme.
¿A dónde me aferro?
Si el suelo quema bajo mis pies, si el aire pesa en mis pulmones y no quiere entrar en ellos.
Si la próxima lágrima quizás se convierta en sangre.
Y aquí estoy, como una sombra de lo que un día fui, como un ángel que perdió sus alas en un mundo que no era el suyo. Un mundo que no es el mío sin ti.
Tu eres esa belleza que busco plasmar con mis manos, la raíz de toda inspiración de alguien que solo busca tu presencia.
Se que volverás, eso me mantiene mirando al cielo...Ese cielo que nos ilumina a los dos, la estrella sobre mí que puede que también tu estés mirando esté donde esté.
¿Y qué importa si tiemblo?
¿A quién le importan mis gritos?
Si eres solo tu el que podría calmarme, con tu voz.
Te esperaré durante cada eterno segundo, en cada respiración.
Pero estoy cansada, de correr, de perseguir tú sombra, de intentar alcanzarla y chocar, de nuevo, con esa pared.
Te siento en cada recuerdo, cuando cierro los ojos, y me asusto al abrirlos y ver mis manos vacías.
Te pido que vuelvas, te pido que me abraces.
Te suplico que me salves.
El abismo me aterroriza, me vence, creo que pronto caeré.
Mi ángel.
Solo te necesito a ti.
Te estoy esperando.
Te quiero.
Cuando acabé, una lágrima se coló entre mis labios y me abracé las rodillas con el pelo moviéndose con el viento.
Y una voz sonó desde la calle. Gritando mí nombre.
Me asomé...Y le vi.
Como si la luna hubiera cumplido mi único deseo.
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